LECTURA 12
Lee con atención el texto y responde a las preguntas.
En la primavera de 1941 empezaron a poner muchos avisos en el árbol. No podíamos alquilar habitaciones en los hoteles. De todas formas no se nos hubiera ocurrido hacerlo, pues mi madre estaba enferma casi todo el tiempo.
Pero ¿por qué en la siguiente nota decían que los judíos no podían ir ni a los parques ni a las playas? Era una injusticia. ¡Los parques y las playas son de todos! Pero en el aviso no mencionaban los bosques, y en Winterswijk había muchos, y muy bonitos.
Mi padre se enfadó mucho con los primeros avisos, pero ni la mitad que con el que decía que todo el mundo tenía que inscribirse en el ayuntamiento.
—¿Cómo que todo el mundo? —exclamó—. ¡Solo los papeles que nos obligan a llevar encima a nosotros son distintos! ¡Dos enormes J.J. de judío! [...]
A veces lo que decían en el árbol se dirigía a todo el mundo. Por ejemplo, cuando iban a racionar la comida. Ya lo esperábamos y teníamos un montón de judías secas y de latas en el sótano.
—¿Qué quieres? —preguntaba a Willy Bos—. Guisantes —contestaba yo misma por ella—. Lo siento pero no me quedan. Tal vez vuelva a recibirlos.
¿Por qué no compras judías, Willy? —saqué una lata—. Aquí tienes. Son buenas. Te gustaban mucho, ¿recuerdas?
Dejé la lata de mal humor. No era divertido jugar con una amiga imaginaria.
No me gustaban aquellas vacaciones de verano.
Cuando volvió a empezar el colegio me pusieron en tercero, pero solo durante unas semanas: a los niños judíos ya no se les permitía asistir a clase. Leí el aviso en el mercado y volví a casa corriendo.
—Estoy muy contenta —dije—. Ojalá no tenga que volver nunca.
Pero la verdad es que era aburrido no ir al colegio. Todos los demás niños iban. Mi prima Hannie también se quedaba en casa, pero no me gustaba visitarla. Tía Billa siempre me obligaba a lavarme las manos aunque no estuvieran sucias. Pobre abuela, que tenía que vivir con ella. No me extrañaba que se quejara.
Las vacaciones duraron poco. Pusieron un colegio para todos los niños judíos de Winterswijk en dos habitaciones de una casa cerca de la sinagoga.
—Tendréis dos profesores —dijo mi padre—, y debes prestarles atención.
Asentí. Claro que les prestaría atención. A lo mejor se sentaba alguien a mi lado, como antes, antes de convertirme en judía.
Johanna Reiss, La habitación de arriba, Espasa
1 ¿A quiénes iban dirigidos y qué decían los primeros avisos del árbol?
2 ¿De qué avisaba la siguiente nota? ¿Qué sintió la protagonista al enterarse?
3 ¿Qué supuesta norma debía cumplir todo el mundo? ¿Por qué se enfadó mucho el padre de la niña protagonista al enterarse?
4 ¿Qué precaución había tomado la familia de la niña por si racionaban la comida?
5 ¿Quién era Willy Bos?
6 ¿Por qué cuando comenzó el colegio la niña solo asistió unos días?
7 ¿Cómo reaccionó primero la niña al no tener clases? ¿Qué sintió después?
8 ¿Qué ocurrió al final con la escolarización de la niña?
Descubre su estructura
9 ¿Qué dos tipos de texto alterna el fragmento?
10 En el texto se dan cinco avisos con prohibiciones y normas que van cambiando la vida cotidiana de la protagonista. Resúmelos.
Trabaja con las palabras
11 En los párrafos de la lectura que se indican, localiza las palabras que corresponden a las siguientes definiciones:
a) Párrafo 2: Incluirse el nombre de una persona en una lista con un fin determinado.
b) Párrafo 4: Someter los artículos de primera necesidad a una distribución establecida por la autoridad.
c) Párrafo 10: Edificio en que se juntan los judíos a orar.
12 Escribe los antónimos de las siguientes palabras de la lectura: injusticia, enfadarse, permitir, aburrido, sucias, asentir.
Reflexiona sobre el texto
13 Lee la última frase del texto y reflexiona sobre ella: La niña de la lectura ya era judía antes, sin embargo, ¿por qué siente que ahora se ha convertido en judía? ¿Qué cambio le supuso en su vida que la etiquetaran como judía? ¿Cómo podemos evitar que se repitan las terribles injusticias que refleja la lectura?
No hay comentarios:
Publicar un comentario