LECTURA 5
Lee con atención el texto y responde a las preguntas.
Mi trabajo a bordo de la Santa María era muy fácil, pero uno de los más importantes: ¡yo medía el tiempo! Claro, yo no, sino el reloj de arena.
Exactamente cada treinta minutos, cuando había caído el último grano de arena, daba la vuelta al reloj, para vaciar de nuevo la ampolleta llena sobre la vacía. Luego corría una cuenta del ábaco.
El resto de mi trabajo consistía en transmitir algunas órdenes directas de Cristóbal Colón a los tripulantes. Por las noches me reemplazaba Benjamín Pedroche, un viejo marinero paleño 1 , de barba y cejas canosas, bueno como un pan bendito.
Nuestro capitán decía que medir el tiempo, en un viaje tan largo, con el riesgo de navegar por mares desconocidos y los nervios siempre a flor de piel, era de suma importancia.
Yo vivía encantado con mi trabajo, porque además me daba oportunidad para estar siempre muy cerca de Cristóbal Colón, tal como él lo había prometido a mis hermanos cuando me pidió que yo fuese su grumete en la nave capitana.
Con los días empecé a comprender las razones de su inquebrantable fe, depositada en nuestra colosal aventura.
Estábamos en la isla de La Gomera. Colón se las ingenió para localizar a los viejos marineros del puerto y, como un niño que preguntara por un juguete perdido, iba, uno tras otro, recabando información sobre ultramar.
Ante mi sorpresa, muchos le informaban, bajo juramento, tener las más claras sospechas de que, más allá de los límites conocidos, había tierra firme.
Preguntaba nombres, fechas, indicios, anécdotas, con ojos y oídos muy abiertos, y los anotaba.
Luego volvíamos a la torre de mando, abría un viejo arcón y sacaba mapas estampados en cuero de badana2y viejos pergaminos. Lanzaba maldiciones, hacía cálculos y decía, atropelladamente, unas extrañas palabras en latín.
Después se quedaba en silencio, sonreía y murmuraba cosas ininteligibles.
—¿Estabais rezando, capitán?
—En este momento, no —me respondía.
—Entonces, ¿qué decíais?
—Ubicaba puntos geográficos, nombres de sabios, sus escritos... ¡Vengo preparando este viaje durante toda mi vida!
Carlos Villanes, La otra orilla. Anaya. (Texto adaptado)
1 paleño: que procede de Palos de la Frontera;
2 cuero de badana: piel curtida de carnero u oveja.
Comenta la lectura
1 ¿Qué cargo desempeñaba el protagonista de la lectura en el barco?
2 ¿Qué debía hacer para medir el tiempo?
3 ¿Qué otra tarea tenía?
4 ¿Quién era el capitán del barco? ¿Qué les había prometido a los hermanos del protagonista?
5 ¿Cómo era la fe que el capitán tenía en la aventura: indiferente, tenaz o inconstante?
6 ¿Qué hacía el capitán para obtener información sobre ultramar?
7 ¿Qué pensaba el protagonista cuando oía murmurar al capitán?
Descubre su estructura
8 Divide el texto en dos partes, indica la idea principal de cada una de ellas y determina qué párrafos les corresponden.
Trabaja con las palabras
9 Busca en el diccionario la palabra cuenta y copia la acepción que tiene en el segundo párrafo de la lectura. Después, escribe tres oraciones en las que cuenta
tenga diferentes significados.
10 Fíjate en la expresión de la lectura «con los nervios a flor de piel» y relaciona esta y otras expresiones que contienen la palabra flor con sus significados:
Tener los nervios a flor de piel. Pertenecer a lo más selecto.
Ser la flor y nata. Tener una existencia efímera.
Ser flor de un día. Ser joven.
Estar en la flor de la vida. Estar muy intranquilo.
11 Localiza las palabras del texto que corresponden a las siguientes definiciones:
a) Tablero de madera con alambres y bolas para aprender a contar. (2.º párrafo).
b) Joven aprendiz de marinero que ayuda a la tripulación en sus faenas. (6.º párrafo).
c) Conjunto de territorios del otro lado de un mar o de un océano. (8.º párrafo).
Reflexiona sobre el texto
12 Cada miembro de la tripulación de un barco tiene encomendada una tarea.
¿Qué importancia tiene el trabajo en equipo en un barco o en otras actividades? ¿Crees que en un equipo todos las tareas son importantes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario