LECTURA 6
Lee con atención el texto y responde a las preguntas.
La abuela de Martina se siente indispuesta por la noche, por lo que sus padres tienen que acompañarla al hospital, dejando a Martina y a sus amigas solas en casa.
Gracias a Dios, la abuela ya se siente bien —les contó la madre al amanecer del día siguiente, en cuanto retornaron a la casa con su marido y su suegra y dispararon al primer piso para ver cómo estaban las chicas—. Fue solo un susto. Como —a su regreso— las niñas dormían plácidamente, la abuela misma había sido la encargada de despertarlas para avisarles que todo estaba en orden. ¡Qué alegría!
—Así me gusta. ¡Son muy valientes! Las felicito —y la abuela las besó y les prometió servirles el desayuno en la cama, para mimarlas un poco, después de la noche de nervios que habían pasado.
—No tan valientes, señora... Al menos, yo no... —susurró Oriana, algo avergonzada por su comportamiento de la víspera—. Fue su nieta la que consiguió que nos calmáramos...
Tras esta confesión de la nena, padres y abuela quisieron saber qué habían hecho para no asustarse demasiado. Entonces, las tres amiguitas les contaron.
—Nos tapamos bien, cada una en su cama como ahora...
—Estiramos los brazos así, como ahora...
—Nos dimos las manos con fuerza, así, como ahora...
¡Qué impresión les causó lo que comprobaron en ese instante, María Santísima! Y de la misma no se libraron ni los padres ni la abuela.
Resulta que por más que se esforzaron —estirando los brazos a más no poder— sus manos infantiles no llegaban a rozarse siquiera.
¡Y había que correr las camas laterales unos diez centímetros hacia la del medio para que las chicas pudieran tocarse —apenas— las puntas de los dedos!
Sin embargo, las tres habían —realmente— sentido que sus manos les eran estrechadas por otras, no bien llevaron a la acción la propuesta de Martina.
—¿Las manos de quién??? —exclamaron entonces, mientras los adultos trataban de disimular sus propios sentimientos de horror.
—¿De quiénes??? —corrigió Oriana, con una mueca de espanto.
¡Ella había sido tomada de ambas manos!
Cuatro manos más aparte de las seis de las niñas, moviéndose en la oscuridad de aquella noche al encuentro de otras, en busca de aferrarse entre sí.
Elsa Bornemann, «Manos»,
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1 ¿Por qué felicitó la abuela a las niñas?
2 ¿Qué les prometió para compensarlas?
3 ¿Qué reconoció Oriana con algo de vergüenza?
4 ¿Cómo habían conseguido tranquilizarse las niñas?
5 ¿Por qué se llevaron todos una impresión terrible?
Descubre su estructura
6 La lectura es el fragmento final del relato. ¿Dónde comienza el desenlace?
Trabaja con las palabras
7 Escribe una palabra antónima para cada una de las siguientes de la lectura: amanecer, valientes,
nervios, estirar.
8 Escribe cuatro palabras de la lectura asociadas al miedo .
9 Reescribe los enunciados siguientes sustituyendo las palabras subrayadas por otras sinónimas:
– En cuanto retornaron a la casa.
– Las niñas dormían plácidamente.
– Trataban de disimular sus propios sentimientos de horror.
Reflexiona sobre el texto
10 ¿Te gustan las historias de miedo? ¿Prefieres contarlas tú o que te las cuenten? ¿Qué consejos darías para contar bien una historia de terror? ¿Si tuvieras que inventar alguna, qué tema elegirías?
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